Si, de este seguro que te acordás y con lujo de detalles. Si parece que fue ayer nomás. Es más, se puede decir que la década dorada que estamos transitando, comenzó o al menos tuvo su punto de despegue en este partido.
Cuartos de final de la Copa Libertadores de 2000. Carlos Bianchi, nuestro técnico, había anticipado desde el comienzo, que esta sería nuestra prioridad. Y el recorrido había querido que en cuartos de final nos topáramos con ellos.
El 17 de mayo del 2000 se jugó el partido de ida en Núñez, con ajustado triunfo local por 2-1. La serie quedaba abierta para la revancha del 24 de mayo.
Fue una semana de tensiones varias, las entradas volaron, nadie se quería quedar afuera. Las declaraciones, sobre todo de los ganadores del primer partido estuvieron a la orden del día. Destilaban triunfalismo, como si todo ya estuviera definido. Encima, en el hecho más recordado de esa previa, el jueves anterior al partido, Bianchi anuncia que posiblemente en el banco de Boca, estará sentado Martín Palermo. Martín se estaba restableciendo de una rotura de ligamentos cruzados de la rodilla derecha ocurrida seis meses antes. Se suponía que por lo menos le faltaban 2 meses de recuperación y que el dicho de Bianchi solo era una declaración más como para aumentar la tensión. Gallego, el técnico rival, le contestó en una antológica conferencia de prensa al día siguiente "....y, si ellos lo ponen a Palermo, no hay problema, yo lo llamo a Enzo...", en referencia a Francéscoli, último gran ídolo de ellos, retirado tres años antes de la práctica activa. El tema es que Martín jugó y hasta el día de hoy, el Tolo se arrepiente de esa declaración. Hace un par de años, dirigiendo en México, y antes de una final, hizo un mea culpa, diciendo "...yo ya aprendí a no hablar antes de los partidos...."
La tensión de la previa se trasladó al campo de juego, y el primer tiempo se consumió entre prevenciones y nervios. El estadio era una caldera, y con ese empate transitorio, ellos se clasificaban.
Pero todo cambió en el segundo tiempo. El dominio local se hizo más ostensible y a los 14´un centro pasado de Román por detrás de la defensa rival, encuentra al Chelo Delgado entrando solo, le pega defectuosamente, pero lo pelota, ingresa mansa, para abrir el marcador y mandar la serie, en ese momento a penales.
Minutos más tarde, el gran golpe psicológico del partido, ingresa Martín Palermo en medio de una apoteótica ovación, pocas veces vista en un estadio acostumbrado a grandes festejos. La excitación de las tribunas se trasladó a la cancha y a los bancos. No solo fue el impulso definitivo para que Boca se lanzara a definir la serie, sino que el rival, quizás inconscientemente se retrasó veinte metros en el terreno, pasando a defender la posibilidad de definir por penales. Encima el técnico visitante, saca a su mejor jugador Aimar y lo reemplaza por un defensor. El estigma de haber "arrugado" lo perseguirá por años.
Y si el visitante buscaba desesperadamente aferrarse a los penales, curiosamente un penal es el que los saca de la Copa. A los 38´un veloz ingreso de Sebastián Battaglia (que minutos antes había reemplazado a Gustavo Barros Schelotto) al área, tras pase en cortada de Román, culmina en foul de Yepes, penal, que Riquelme transforma en gol y locura.
Locura de un estadio que festejaba y locura del equipo visitante que no tenía con que salir a torcer la historia y sin embargo debía hacerlo. Fueron minutos inolvidables. Se va expulsado Lombardi, por patada a Riquelme. Román deja en ridículo a Yepes, con uno de los caños más recordados de la década. Y el broche final, en tiempo de descuento, Martín, disminuido físicamente, a todas luces sin condiciones físicas para jugar, toma la pelota en el área rival, de espalda al arco, se da vuelta, se hamaca para poder dominarla, la defensa rival, parece hipnotizada y solo atina a seguir sus movimientos, y finalmente, de zurda, la coloca suave al primer palo, haciendo estéril la estirada de Bonano.
Y ahí si final del partido. Locura, festejos en todos lados, lágrimas del goleador, de los que lo rodeaban, su abrazo con el médico. El pase a semifinales. La eliminación del rival más odiado.
Boca siguió su camino, eliminando en semis a América de México, y ganando la final en el Morumbí de San Pablo ante el campeón Palmeiras, coronándose campeón de la Libertadores después de 22 años e iniciando un dominio en América que se extiende hasta hoy con 4 Libertadores ganadas en 8 años.