El fútbol como la vida suele ser un juego de espejos. Y ese juego se vio claro en la tarde/noche del domingo. A la tarde el VAR perjudicó claramente a un equipo. A la noche benefició claramente a otro. A ambos en momentos claves de sus partidos y a ambos por una jugada técnicamente similar. Mano no intencional en el área, pero que está ampliando el volumen del cuerpo. A la tarde, el VAR decide por su cuenta que no es penal. A la noche, el VAR convoca al árbitro en una tácita sugerencia de cobro que fue lo que sucedió. O eran los dos o no era ninguno. No casualmente, la selectividad siempre apunta al mismo lado. El partido de la noche estaba 0-1 para el beneficiado. El de la tarde 1-1 y así terminó. Y estaba 1-1 porque el VAR cambió un orsay sancionado que anulaba un gol, cambio, que al menos en las imágenes que nos muestran. "Hay un pie oculto de Advíncula que habilita", dice sin atisbo de vergüenza el comentarista televisivo para cerrar el apoyo mediático que todos estos disparates necesitan. Pobres los que imaginaron una mejora de la justicia con el VAR. Hasta ahora, y hasta que se demuestre lo contario, solo vino para legalizar tecnológicamente los dislates que venían sucediendo. A uno lo siguen beneficiando groseramente, a otro, ante la duda o se lo perjudica o es un escándalo mediático.
Es muy difícil esbozar un análisis de un partido donde vas ganando, controlando el desarrollo, con llegadas que hacen figura al arquero rival, y de pronto, un fallo muy dudoso pone el partido empatado. Quizás un gran problema de este Boca, más allá de esquemas, tácticas, salida en corto o en largo, presión o no presión, es como se cae anímicamente ante algún inconveniente. En este caso, vimos al menos 10 minutos de desconcierto donde parecía que hasta incluso podía irse perdiendo a los vestuarios. Y en el segundo tiempo, con aciertos y errores, con cambios acertados y no, llega la jugada que citamos más arriba. Así todo es cuesta arriba, así es difícil. Así, no.
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