27/3/09

A propósito de Selección y pasión

   Junio de 1978, invierno trágico en Argentina. El 25 de junio, la Selección de Menotti se consagra por primera vez campeón del mundo. Con la inocencia de un chico de 11 años, festejé mucho, frente al TV. blanco y negro (no existía aún el TV color), con la imagen bastante nevada (la recepción era por antena, obvio, no existía aún el cable, y había que rogar para que el booster, otra antigüedad, estuviera limpio), junto a toda mi familia. El festejo siguió al día siguiente en el colegio, al otro día comprando la edición especial de El Gráfico, y poco más.

    Invierno de 1979, también trágico. Escuela primaria, turno mañana, y un hecho inédito. Nos permiten escuchar por radio, (AM obvio, todavía no existía la FM) la final del Mundial juvenil. La Argentina de Diego y Ramón Díaz, vence a la Unión Soviética (otra antigüedad), gran festejo, gran. Solo ese día.

    Junio de 1982. Mientras en las Islas Malvinas se gestaba una verdadera tragedia nacional, anestesiados como estábamos, seguíamos las alternativas de la guerra como si fuera un partido de fútbol, mientras en España, la Selección jugaba el Mundial. Tardes de secundario, de frío en las aulas (andá a quejarte que no había calefacción), la bufanda arriba del uniforme (colegio público y con uniforme, otro anacronismo) tapaba el audífono, y la radio en el bolsillo interno del saco para escuchar todos los partidos. Eso sí, cuando jugaba Argentina, me permitían faltar, fiesta total. Ver el partido en la casa de un amigo, que tenía TV. color.  Eliminación a manos de Brasil e Italia, nada menos, la tristeza duró algunas horas.

   Junio - Julio de 1986, repartido entre casa y la Facultad en Mar del Plata, se vivió a pleno. Diego en lo más alto, la Copa que volvió al país, la alegría loca que duró a lo sumo una semana, incluyendo el regreso del equipo, la plaza de Mayo llena y los muchachos en el balcón.

   Invierno de 1990, eliminar a Brasil en octavos, con el gol del Cani, y el baile que nos comimos, lo festejamos hasta el partido siguiente. La semifinal a Italia por penales otro tanto.  La final perdida, con el invento de Codesal, me entristeció un par de días.

   Las copas América de 1991 y 1993, ameritaron un festejo de un par de horas. La goleada de Colombia en el ´93, una tristeza de algunas horas. La clasificación agónica ante Australia, un rato de alivio más que de festejo.

    En el ´94, el dóping de Diego, me generó mucha más tristeza que la posterior eliminación. Lo mismo la final perdida en los Juegos Olímpicos del ´96. La caída ante Holanda en el ´98, derivó en un par de insultos, y poco más. El papelón del 2002, que me diera vuelta y durmiera como si tal cosa en la madrugada del empate y la eliminación ante Suecia. La eliminación por penales ante Alemania, en el último mundial otro tanto.

    Es de hacer notar que casi todos los recuerdos relacionados con la Selección están relacionados con los Mundiales. Son esas ocasiones en que todo el país futbolero e incluso los que no lo son, nos encolumnamos durante un mes siguiendo todo lo que sucede alrededor del evento. El resto de las actuaciones de la Selección, las sigo, como buen futbolero, pero no me generan demasiadas emociones.

    En cambio, cuando Boca gana, la alegría dura hasta avanzada la semana, cuando somos campeones de algo, el pecho se infla y la vida y sus diarios problemas se encaran con una sonrisa. Y cuando nos toca perder, la bronca es grande y si la derrota es de esas trascendentes más vale ni describirlo.

   Aún a riesgo de ser autoreferencial, no considero tener una pelota en la cabeza, mis intereses y aficciones exceden en mucho al fútbol. Pero, si juega Boca, por lo que sea, oficial o amistoso, es ley tratar de verlo o escucharlo. ¿Y por qué, si la Selección que es "el equipo de todos", no nos genera, a mí y supongo que a muchos, la misma expectativa y pasión?. Quizás la falta de un "espejo" a quién gritarle el triunfo o que nos grite una derrota y por eso nos ponemos "paladar negro" y le exigimos un desempeño que no le pedimos a nuestro equipo. A lo mejor el hecho de que al estar mezclados jugadores de distintos equipos no nos terminamos de identificar. O, el hecho, que históricamente o al menos en las últimas décadas escasean los jugadores Xeneizes en la selección y por lo general abundan los de "ellos". Sea como sea, es así. A mí, al menos, la Selección no me genera ni la cuarta parte del entusiasmo que me genera Boca.

   Mañana debuta Diego oficialmente como técnico enfrentando a Venezuela en Buenos Aires. Gran expectativa. Entradas agotadas. Estadio a reventar. Cobertura mediática de aquellas. Un público no habitual los domingos, mucho chico, mucha chica, mucho grito juvenil, mucha familia. Hasta mi madre expectante por ver el partido por TV. Mi sentimiento es mayormente de indiferencia. Le deseo lo mejor al Diego, y ojalá seamos campeones en Sudáfrica. Pero, a lo mejor,  influye en esto el lío con Román.

¡¡Ah!! espero que Carlitos Tévez sea titular, sino lo miraré con menos ganas aún.

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