16/3/09

A propósito de barras y bravos

Allá por la década de 1920, el fútbol vivía una época de transición entre el romanticismo amateur y la incipiente profesionalización que se avecinaba. El deporte que llegó al país de la mano de los ingleses que construían los ferrocarriles en la segunda mitad del siglo XIX, ya era el deporte más popular del país. Los diarios y crónicas de la época destacaban el apoyo popular que, un club, de uno de los barrios porteños, La Boca, arrastraba en cada presentación. El club en cuestión, Boca Jrs. , ya repetidamente campeón en esa época, congregaba verdaderas multitudes, para la época, en cada partido que disputaba, y en diarios y crónicas de la época destacaban el aliento constante de esa hinchada y comenzaron a llamarla El Jugador Nro. 12, pues sostenían que el equipo, con semejante apoyo, tenía un jugador más que el rival.
Mucho agua, torrentes, han pasado debajo de los puentes desde entonces. Más tarde la parte más seguidora y ruidosa de esa hinchada fue distinguida por los distintos dirigentes facilitándoles la concurrencia a los estadios visitantes. Luego, con el correr de los años, este ¨nucleo duro¨, no solo de estas sino de todas las hinchadas argentinas, comenzaron a ser denominados como Barras Bravas. Eran los que seguían al equipo a todos lados, enarbolaban las banderas, conducían el aliento y ¨defendían¨ al común de los hinchas, de sus bravos colegas de otros equipos. La barra brava de nuestro club pasó a denominarse a sí misma y con exclusividad, Jugador nro. 12. El tiempo siguió corriendo y con la llegada de la democracia a partir de 1983, el ¨trabajo de la pasión y el aliento¨se fue profesionalizando.
Se pasaron a recibir sumas fijas, se expandió el ¨negocio¨con reventa de entradas, manejo de estacionamiento, peajes a dealers, empleo como fuerza de choque para dirigentes políticos o dirigentes de facciones del propio club.
No pretendo historiar el desarrollo de las barras. Solo tomar posición, ante otro choque, ayer, de dos fracciones de la barra Xeneize, con sus habituales consecuencias de heridos y golpeados, entre ellos y entre gente inocente que solo atina a circular por el lugar donde ellos pretenden dirimir sus diferencias.
Si te interesa saber algo más sobre estos mercenarios que venden su pasión y se disfrazan de hinchas apasionados solo para llevar adelante sus sueños de poder y de crecimiento económico y cual es el trasfondo de esta interna salvaje, te recomiendo leer este link. Mi posición es sencilla. Detrás de toda esa estética, subyugante para muchos, de banderas, bombos, trapos y aliento constante, se esconden unos pocos centenares de delincuentes. Sobre todo los que manejan el grupo y que se benefician económicamente de la pasión de algunos, de la admiración de otros y de la necesidad de pertenencia a un grupo de otros. Delincuentes que no representan al verdadero hincha de Boca. Ni a los varios miles que cada domingo o miércoles de Copa, laten y vibran en ese templo del fútbol que es la Bombonera, ni a los millones que en el país o a lo largo y ancho del mundo seguimos y vibramos, nos alegramos o sufrimos con las victorias y derrotas del equipo de nuestro corazón.

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