Es demasiado grande Boca. Demasiado grande como para que toda una corporación periodística esté fantaseando días y días con que si convenía o no ganar, si convenía o no ganar el grupo especulando con que si se prefería evitar a cierto equipo en octavos de final o arriesgarse a enfrentarlo. Lo más lamentable de todo esto es que nadie del Mundo Boca lo desmintiera tajántemente en la previa. Los jugadores y el cuerpo técnico lo hicieron en la cancha.
Boca no tuvo un gran partido. Sí lo buscó siempre pero solo jugó bien los 15 minutos iniciales y los 15 finales. En la hora del medio el equipo visitante fue el que impuso el ritmo del juego, sin ejercer un gran dominio ni generar demasiado peligro.
Con una cancha muy pesada, casi como la del domingo pasado, Boca salió decidido a ganar de entrada, con presión alta y el equipo casi por completo parado en campo rival, asfixió la salida de los brasileños y les generó tres claras situaciones de gol en un cuarto de hora, Mauro, Pipa y Licha López fallaron por muy poco. Pero no se pudo sostener la presión desde lo físico y ahí aparecieron por largos pasajes el déficit de no contar con Bebelo. Almendra tuvo otro flojo partido y Boca careció de enlace entre el bloque defensivo y los delanteros. Estos quedaban aislados y Mauro tenía que bajar demasiado, trasladar mucho y por ende perder mucho peso ofensivo. Solo por derecha el tandem Buffarini (la figura del partido por despliegue y peso propio)-Nandez-Villa generaba preocupación en el rival. Villa como delantero pesa mucho más que como volante. Pero por largos pasajes tendió a cerrarse como interno en vez de externo y más tarde, cuando los visitantes empezaron a dominar el mediocampo bajó mucho a ayudar en la marca y debía recorrer demasiado terreno para atacar, con el consiguiente desgaste.
Por eso, de a poco, los brasileños se adueñaron del trámite que pasó a jugarse a su ritmo, cansino cuando Boca estaba bien parado en defensa y muy veloz cuando podían contraatacar recuperando la pelota en el medio. No fueron punzantes como en Brasil pero generaban preocupación.
No cambió mucho el panorama en la primer parte del segundo, salvo que en un centro frontal, un error de cálculo de Andrada y los visitantes se ponen en ventaja. Llegó el momento de Alfaro para cambiar las cosas desde el banco. Ya se había quemado un cambio por la lesión de Pipa y el ingreso de Wanchope en el primer tiempo, en el complemento, con pocos minutos de diferencia entraron Pavón por Almendra (el equipo se paró 4-3-3) y luego Carlitos por Villa, pasando Pavón a la derecha y Mauro a la izquierda en un 4-2-3-1. Ese cambio modificó todo el desarrollo.
Porque Carlitos entró enchufado y comenzó a moverse entre rivales desgastados por el trámite y el campo pesado, a espaldas del volante central comenzó a mover la pelota con rapidez hacia los costados y Boca empezó a inclinar la cancha. Licha López marcó el empate en un exquisito centro de Mauro, Wellington el volante central de ellos se fue expulsado por un violento foul a Carlitos y todo empezó a ser de Boca, empujado por su gente y con la firme volundad de ganarlo. Paranaense solo atinó a cercar su área y sacar la pelota lejos, resignó toda chance de contraataque y se aferró al empate que los dejara ganar el grupo. El gol merodeaba pero no se concretaba, hasta que a un minutos, y en un acto de justicia, Carlitos pateó desde afuera y venció la resistencia brasileña. Aún quedó tiempo para que Nandez casi convierta el tercero.
Se terminó el grupo G y Boca lo terminó encabezando con 11 puntos. Lejos de estar entre los mejores primeros pero con el objetivo cumplido. Ahora el lunes sabremos el rival de octavos de final (la serie se definirá en casa) y el camino que habrá que seguir para llegar a la final de Santiago de Chile. A esperar con la tranquilidad de saber que para lograr el sueño de todos habrá que ganarle a quien venga en octavos y a los que vengan después. Sea quienes sean
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