Treinta años después, Huracán nos vuelve a ganar en La Bombonera. Hace 30 años, en 1980, vivíamos uno de los peores años de la historia de Boca. Se había terminado el exitoso ciclo del Toto Lorenzo y Rattín, una gloria de aquellas, se había hecho cargo de los despojos de un plantel avejentado y lleno de gloria. El Metropolitano fue una tortura y el Nacional otro tanto.
Varios son los paralelismos que se pueden trazar entre aquel año y este presente gris que ya lleva un año y medio.
Ayer la derrota 1-2 frente a Huracán nos devolvió a la fea realidad por la que transitamos y de la que nos evadimos durante quince días por las victorias ante San Lorenzo e Independiente, que han sido solo un oasis en el desierto.
El equipo volvió a mostrar su abulia y su juego desangelado. Le permitió hacer a Huracán lo que obviamente iba a intentar, refugiarse atrás, bien atrás y tratar de explotar la contra vía la velocidad de Clara para hacer daño. Y lo cumplió con creces. Encima la tempranera expulsión de Krupoviesa (chau y gracias por todo) abrió huecos que nunca se pudieron cubrir. Que hubo ocasiones para ganarlo, no hay dudas. Como tampoco hay que las hubo para perder mucho más feo.
Como en la vida, esto también tiene su lado positivo. Solo falta una fecha para terminar esto. Y ya los dirigentes se están quedando sin excusas. Serán ellos los que deberán encarar la refundación de este plantel. Serán ellos los que tendrán que pagar los costos de decidir los que se van y los que se quedan. Y serán ellos los que deberán acertar el técnico encargado de recomponer el plantel para volver a llevarnos a ser protagonistas de cosas importantes, cosa que hace tres semestres que no hacemos. Y cuando decimos acertar el técnico, significa encontrar y contratar a uno, no buscar atajos con gente de la casa.
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