Boca es como la historia de Cenicienta. El jueves empezamos a vivir el hechizo que nos hizo reencontrar con un Boca lindo, vestido de gala, que llegaba en el lujoso carruaje del fútbol de Román, de la garra de todos, de la concentración y la actitud del equipo entero. El ensueño duró todo el primer tiempo con Chaca, con Giménez vestido de impensable figura, con Román metiendo sus pases milimétricos, con el palo de Chaca sacudido por el tiro de Giménez, el travesaño por el cabezazo de Palermo, los defensores locales suspirando por los goles que rifaron Chávez y Gaitán.
Pero las campanadas de las 12 dieron cuando empezó el segundo tiempo, el encantamiento terminó y la carroza volvió a ser la calabaza llena de desgano, de un equipo sin brújula y perdido en la cancha. El traje lujoso se transformó en los harapos que vimos en el partido con Tigre. Empezamos el segundo tiempo ganando 1-0, al minuto, desinteligencia entre Luiz Alberto y García mediante estábamos 1-1. A los 10´error garrafal de García, penal de Barroso (el impresentable Maglio expulsa a Muñoz), el arquero ataja, da rebote y entra Ramírez para poner el 1-2 y con un hombre menos.
A partir de ahí Boca mostró la peor cara que ya le conocemos de memoria. Nada de juego, nada de funcionamiento, desaparecieron los que venían jugando bien, no aparecieron los que no lo venían haciendo. Para variar Alves aporta su grano de arena a la confusión general y saca a Martín a los 26´perdiendo 1-2. Pobre Viatri. Al toque de entrar, contragolpe fulminante de Chaca, y 1-3, partido terminado y baile asegurado. Pero como Boca últimamente y salvo contra quién ya sabemos está para la joda, nos comimos un flor de golazo a poco del final, vergonzoso 1-4, que no fue 1-5 por poco.
¿Qué más agregar a esta altura que ya no hayamos repetido hasta el cansancio?. Cansancio es justamente lo que nos provoca este equipo, al cual nos resistimos a insultar como un agradecimiento a tantos laureles que nos regalaron y que se están marchitando aceleradamente.
Para terminar con la alegoría de la Cenicienta, el príncipe azul (que sería la comisión directiva) tiene un par de meses, para encontrar a quién ponerle el zapatito, el encargado de volver a enamorar a todos los hinchas con un equipo y un plantel renovados.