Cuando se nos consulta a los argentinos sobre los muchos problemas y preocupaciones que tenemos, sin duda, el tema de la inseguridad en medio de la que vivimos ocupa el primer lugar desde hace varios años.
El problema se agrava cada día, y ya no son más que noticias pasajeras los robos y asesinatos de los que día a día nos informan los medios y de los que tomamos nota a nuestro alrededor.
Y el ambiente del fútbol que no es una isla ni mucho menos, se ve conmovido en pocos días por dos hechos que lo involucran directamente. Hace unos días nos enteramos que Gonzalo Etcharrán, asesinado por delincuentes unos días antes, en presencia de su esposa (embarazada a horas de tener su segundo hijo) e hijo, había ganado el Gran DT. Hoy nos desayunamos con que el Negro Cáceres, Fernando Cáceres, ex Argentinos Jrs., river, Boca, Independiente, Zaragoza, Valencia, Celta de Vigo y la Selección Nacional, actual entrenador de la reserva de Independiente, sufrió un intento de asalto, se resistió a entregar su auto (pecado terminal parece ser osar contradecir la voluntad de los señores ladrones), recibió un balazo en el ojo y en estos momentos se debate entre la vida y la muerte.
Ahora, obviamente, los responsables de velar por la seguridad de todos nosotros, los que fueron elegidos para eso, repetirán la eterna cantinela. Nos prometerán trabajar para solucionar el tema, nos dirán que seguirán el caso hasta las últimas consecuencias, atraparán seguramente algún “perejil” en las próximas horas para calmar a la opinión pública y obviamente mostrarán su pesar en cuanta cámara tengan a mano, en lo posible en los alrededores de donde el Negro lucha por su vida.
Y la cruda verdad es que más allá del discurso de ocasión, no hacen absolutamente nada para mitigar, ya ni siquiera pensamos que puedan solucionar el problema.
Si en vez de calentar sillones, usufructuar todas las comodidades, ventajas y privilegios que da el poder, se pusieran realmente a trabajar en el tema. Si exprimieran los cerebro de tantos asesores muy bien pagos, quizás se empezaría a vislumbrar un atisbo de solución. Solución que seguramente no pasa por el balazo fácil ni por la sacralización de los “pobrecitos delincuentes”. Seguramente pasará por algo integral que ataque las causas que llevan al delito (miseria, marginación, expectativas nulas, drogadicción), prevención del delito para evitar que ocurra (¿las policías tienen algo que se llama Departamento de Inteligencia, no?), represión del delito una vez consumado (con todo el apego y respeto a las leyes) y reeducación del delincuente atrapado (en cárceles que cumplan los preceptos constitucionales y no como ahora que sirven para hacer post grados en delincuencia).
Claro, para esto hace falta planificar, trabajar en forma interdisplinaria, modernizar cárceles, reentrenar a la policía, sacar a amplios sectores de la marginalidad, dar educación y mejor calidad de vida a miles de niños, urbanizar villas, etc., etc. Hace falta ponerse los pantalones y laburar, cosa que nuestros benditos gobiernos, tanto nacional como provincial, están lamentablemente bien lejos de hacer
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