Había que ganar y se ganó. Por penales, pero se ganó.
Había que pasar y se pasó. Con justicia, con altibajos y sofocones, pero se pasó.
Boca está en cuartos de final luego de dos ediciones consecutivas quedándose en octavos de final. Se mantiene la estadística negativa de no poder derrotar a Nacional en casa, pero como en 2016 y por la misma vía volvemos a estar en cuartos de final. Que es lo que importa.
Porque los cuartos se jugarán en un par de semanas, tiempo suficiente para volver a tocar la lista de buena fe, incluir a refuerzos que ahora no se llegó a anotar y tiempo para que Almirón conforme un 11 con las características que él espera tener.
Ayer no hizo ningún experimento raro tipo el de Montevideo. Salió con una formación bien lógica, nada que ver con la que todo el periodismo imaginó por los entrenamientos previos. Un 4-4-2, con mucha experiencia y juventud. Romero, Advíncula, Figal, Rojo y Fabra; Pol, Varela, Medina, Barco; Merentiel y Cavani.
Varela despidiéndose (hasta pronto Alan, rompela en Europa), la vuelta de Rojo a la titularidad, Medina y Barco sueltos, un doble nueve arriba con Cavani demostrando en partes iguales calidad extraordinaria y mucha falta de fútbol y Merentiel en modo bestia goleadora.
Buen inicio, ventaja tempranera, flojo devenir hasta el final del primer tiempo luego del empate visitante. Salida furiosa del segundo tiempo con gol al inicio, dominio total y varios goles hechos errados por mala puntería, sorpresivo empate de los uruguayos en su único ataque de la segunda etapa, y luego la impotencia para volver a ganar. Algunos discuten algunos cambios que realizó Almirón, lo único que no admite discusión es que demoró demasiado el ingreso del Changuito Zeballos. En los escasos 14 minutos que le dio (incluida la prórroga) fue el revulsivo que acorraló a Nacional contra su arco. Pero no hubo caso y una vez más fuimos al punto penal para definir el pase. Como en las últimas tres ediciones en esta instancia.
Fue el Changuito a hacerse cargo del primer penal y definió como en patio de su casa. Fue Chiquito y marcó presencia atajando el primero. Fue Pipa y se sacó la mufa (por fin). Fue uno de ellos y convirtió. Fue Valentini y definió perfecto. Fue Chiquito y atajó el segundo. Fue Pol para terminar la faena y se la tiró a la Doce como trofeo. Fue Gigliotti, si ese Gigliotti el que hace 9 años se autopercibió jugador dotado y regaló un penal que pudo cambiar toda la historia de la última década del fútbol nacional y lo pateó como el burro que es, como debió ser entonces, y convirtió, prolongando la agonía. Y como a veces el fútbol es justo, el último penal, el que debía definir el pase a cuartos de final, quedó en los pies de la figura del partido, en los pies del pibe Barco, que con 19 años y un puñadito de partidos en primera división, pateó con la clase de un veterano ganador de varias Libertadores. Una caricia a la pelota y al alma Bostera.
Ahora queda esperar a esta noche para conocer al rival. Si hay que viajar a Colombia y definir en casa o enfrentarnos una vez a Racing en un ida y vuelta que terminaríamos de visitantes. Por de pronto queda celebrar medidamente y esperar a que Almirón logre integrar todo lo mucho y bueno que tiene como material en el plantel para dentro de un par de semanas. Es toda tuya la tarea Jorge
No hay comentarios:
Publicar un comentario