Apenas faltan unos días para que la cita que durante un mes y cada cuatro años nos reúne a todos los futboleros llegue por fin.
Los mundiales tienen algo mágico. Al menos en Argentina, en los primeros diez días como mínimo (los tres partidos seguros que tiene la Selección), el resto de los problemas pasan a un discreto segundo plano. Todos, los que siempre nos interesamos, y los demás, hablan de fútbol. Las madres, novias, esposas o amantes, se enganchan con los partidos y hasta se largan a opinar como cualquier experto. Algunos, solo con los partidos de Argentina, otros, tratamos de ver todos.
Pero además de estar “hermanados” y de “tirar todos para el mismo lados”, cosas que habitualmente no nos ocurre a los argentinos, salvo con las grandes gestas deportivas, los mundiales sirven como mojones, como datos ineludibles para ubicarnos en el tiempo, para asociar hechos acaecidos en nuestras vidas personales.
Así es que recuerdo el viejo tv de lámparas, blanco y negro, obvio, con el que miré algunos ratos del Mundial 74. Con los escasos 7 años que tenía entonces idolatré a Franz Beckenbauer, hinché a contramano de toda la familia por Alemania en la final con Holanda y no cabía en mi sorpresa cuando al final de la transmisión el cartel electrónico rezaba “Hasta Argentina 1978”, ¿todos esos monstruos estarían en nuestro país?, guau…..pero falta tanto….
Esos cuatro años pasaron lentamente como todos los de la infancia, y, más allá de los avatares y la locura de la política que uno descubriría mucho después, con 11 años, vibré con los goles de Kempes, los papelitos y el triunfo ante Holanda, sin importarme si lo que se sospechaba del partido con Perú era o no realidad. Y que lo que no podíamos ni sospechar (la gente común) era una espantosa realidad
Ya estudiante secundario me sorprendió 1982 y el Mundial de España, en pleno furor nacionalista por la Guerra de Malvinas. Vivimos el Mundial como una guerra y nos presentaron la Guerra como un partido de fútbol y con semejante banalización las cosas no podían terminar bien….y no terminaron bien…. en ninguno de los dos “frentes”.
Pasaron 4 años, sufriendo clasificó Argentina para el Mundial de México ´86 y tocamos el cielo con las manos. Lo viví como estudiante universitario, viendo partidos en la facultad (proyector y telón gigante de por medio) y en mi casa cuando volvía. El partido con los ingleses (Diego genio inigualable en toda la historia del fútbol) y la final con Alemania, con toda la familia junto al tele, son los últimos recuerdos futboleros felices con mi viejo (Boca no nos daba demasiadas alegrías por aquellos tiempos y el viejo no llegó a ver los dorados días cercanos).
El de 1990, en Italia me llegó en uno de los peores momentos personales. Cada penal atajado por el Goico, el gol de Cani a los brasileros, las puteadas del Diego, todo lo grité como un desahogo con la vida.
Cuatro años después, la Selección del Coco también entró por la ventana, pero a diferencia de ocho años antes, nos echaron a patadas, con el dóping de Diego incluido. ¡¡Qué mazazo fue aquel día de la noticia!!, todos parecíamos tristes, hablábamos bajito, hasta mi vieja tan ajena al fútbol, no lo podía creer.
Pasaron otros cuatro y fuimos a Francia con el Kaiser y como integrantes del “Primer Mundo”. Llegamos holgados, pasamos tranqui la zona, gran alegrón gran, limpiar a Inglaterra en octavos y una puñalada trapera fue el gol holandés cuando se moría el partido y nos volvimos en cuartos.
Con el país incendiado y tocando fondo, bien lejos de un “Primer Mundo” que otra vez se nos puso inalcanzable, fuimos a Corea-Japón 2002 con la única alternativa de ser campeones. No cabía otro pronóstico. Clasificamos tan fácil, le ganamos a los principales equipos del mundo, todo el planeta futbolero nos daba como candidatos de fierro. Y nos volvimos en primera ronda. Se le ganó a Nigeria, se perdió con Inglaterra (cantaron venganza) y había que ganarle a Suecia. Hace unos días volví a ver ese partido, que pedazo de baile le pegó Argentina, que manera de perderse goles, ellos llegaron dos veces, metieron uno, fue empate (penal a dos del final, el nuestro), y la madrugada más triste e impensada desde el desastre de Suecia 1958.
Alemania, hace cuatro años es historia fresca. Fresca e injusta. Nos volvimos invictos, pero no pudimos pasar los cuartos de final, donde el local nos bajó por penales en un partido de locos que, seguro, todos recordamos.
Y así vamos pasando años y vida, sabiendo que cada cuatro años tenemos una cita ineludible, al menos con Argentina adentro, “cada cuatro, en el mismo canal”.
Buenas, buen repaso a los Mundiales. Ya solo faltan 3 dias para el Mundial, y a ver que ocurre en Sudáfrica...
ResponderEliminarSaludos!