Hace pocos minutos que Argentina acaba de cerrar la primera fase del mundial con puntaje ideal, con siete goles a favor y solo uno (un accidente) en contra.
En estos momentos tendría que estar escribiendo sobre como dominó el partido el equipo, el toqueteo y dominio del balón, lo atrás que se refugiaron los griegos, lo bien que jugó Clemente, la clase de Messi, etc. etc.
Pero uno, ante todo es Bostero, y como tal, perdonen, que de lo único que voy a escribir es de los últimos diez minutos. De la emoción que fue ver a los 35´del segundo tiempo, a Martín Palermo preparado para entrar. Si ya le teníamos que agradecer a Diego el que lo haya llevado a Sudáfrica (justo premio a que su gol ante Perú nos llevó literalmente al Mundial), el hecho que lo pusiera ya era una satisfacción para todos los Bosteros.
Pero Martín no se conforma con premios consuelo. Nunca lo hizo. Y entró a jugar esos diez minutos como un pibe que tiene su primer oportunidad. Luchó, peleó y corrió como siempre, como nunca. Y cuando el partido se moría, apilada fenomenal de Messi (¡qué grande es, por Dios!) al borde del área, remate y una vez más el arquero le niega el gol (ya van a entrar cuando sean más importantes Lio), la pelota sale rebotada hacia la derecha del arquero y ahí estaba él, el Terror de las Redes, el Goleador Inoxidable. La agarró como venía, le dio de derecha y la puso en el rincón del segundo palo, “donde tejen redes las arañas”.
Si estás leyendo esto y sos Bostero, seguro que lo gritaste como yo, más de lo normal, como se gritan los goles de Martín, si no lo sos, y sos argentino, seguro me entendés, y si no sos argentino ni bostero, sabé que por Martín tenemos una adoración especial, es uno de los últimos ídolos, es uno de nuestros símbolos.
Ahora a prepararnos, viene el verdadero Mundial, el que no perdona errores. Pero ya Diego lo sabe, ya Martín avisó, en caso de necesidad, para levantar un partido o para cerrarlo, con diez minutos alcanza, el Gran Goleador siempre está.
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