Muchas veces la importancia de un logro se puede medir por el fáctico inverso. Ganarle a Olimpo por 32avos de Copa Argentina no puede moverle el amperímetro a nadie, ok, pero, ¿y si Boca era eliminado por Olimpo en 32avos de Copa Argentina? Estaríamos en un tembladeral impensable. De ahí la importancia de este triunfo.
¿Y cómo fue este triunfo? Corto, solo 2-1, demasiado trabajado para tener enfrente un rival de dos categorías inferiores. Un rival, que como podía preveerse salió bien conservador, con líneas de 4 entre en su propio campo con la ilusión de mantener su arco en 0 y soñar con alguna contra. Y Boca fue tan espeso en su juego, que hasta se atrevían a salir de contra con mucha gente, claro que a la hora de definir no lo hacían y encima quedaban desbalanceados en su objetivo primario que era el empate.
Más de media hora le llevó a Boca poder abrir el marcador, cosa que logró con un furibundo derechazo de Sandez. No le encontraba la vuelta. El doble 9 no rendía y el medio esta vez con 4 volantes no aportaba ideas para romper el cerrojo defensivo. En bajo nivel Varela, desaparecido como siempre Ramírez, no alcanzaba con la voluntad de Medina y el despliegue de Payero.
Al inicio del segundo tiempo, un cambio inentendible. Entra Villa (a volantear por derecha) y sale Payero. ¿Por qué no salió Ramírez? ¿Por qué no entró Romero?. Preguntas que solo Ibarra podría responder.
Y Olimpo tuvo oportunidades para empatar, hasta que un empujón a Benedetto generó el penal que derivó en el segundo gol por obra de Pipa. Un penal de los que habitualmente no nos cobran a favor y vemos que se los dan a otros equipos (no hace falta aclarar cuales).
El partido parecía liquidado, entraron Equi, Langoni y Morales y de la nada llega el descuento de Olimpo cuando faltaban 10 minutos entre el tiempo regular y el agregado. Los fantasmas comenzaron a revolotear y sin embargo vimos tal vez los mejores momentos de Boca. Con los bahienses jugados a la heroica aparecieron los espacios y las situaciones (3) se sucedieron con claridad. El arquero, el travesaño y la mala puntería dejaron un resultado corto, que en poco tiempo será una anécdota.
En la semana se habló largo y tendido de la crisis de Boca. Los que todo lo saben, al unísono profetizaron la cesación de Ibarra en el cargo "salga como salga el partido". A más de 12 horas de terminado el partido el vaticinio no se ha cumplido. Que todos estos muchachos agradezcan la generosidad de sus empleos porque como Nostradamus futboleros se morirían de hambre. Ahora uno de los más conspicuos, sale con "el Consejo no lo echará, salvo que él renuncie". Bastante diferente a lo que él mismo anunciaba como hecho.
Si esto último es cierto y viendo que el Negro no tiene previsto al menos por ahora dar un paso al costado, toca imaginar lo que puede venir. Y como los milagros rara vez ocurren veremos una versión de Boca no muy diferente. La diferencia la pueden dar algunos detalles, no menores, que si Ibarra se decidiera a atenderlos podría mejorar la imagen.
El sistema: no hay tiempo ya para trabajar un 4-3-3 como corresponde. Es mucho más cómodo el 4-4-2, a condición de poner a los que mejor están. Esto elimina ya de una a Pol y Ramírez. Luego veremos si Varela, Equi o ambos. Si Payero o Medina, pero si o si Romero. Otra cosa, al doble 9 aplica lo mismo, no hay tiempo de trabajarlo. Luego discutimos si Langoni o Villa (creo que mucha duda no debería haber a favor del pibe), eso si, uno u otro, como delanteros no inventarlos como volantes siendo que si algo nos sobra son volantes.
Ojalá el Negro y sus ayudantes que obviamente saben mucho más que nosotros, vean lo mismo y lo lleven a la práctica. Les va mucho en juego si las cosas no mejoran, porque una derrota ante Barracas, o arrancar mal pisados la Libertadores puede hacer que estemos ante una profecía autocumplida
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