Con trece fechas disputadas y de cara al súper clásico, la campaña de Boca es MALA, sin medias tintas. Seis derrotas, cuatro de ellas como local hablan por sí solo. Que varios partidos no se merecieron perder, que la suerte no acompaña, que varios arbitrajes dejaron mucho que desear son excusas banas. La verdad es que pocas veces se jugó bien (Vélez, Colón, algún segundo tiempo) y el famoso esquema de Borghi hace agua por varios lados.
Borghi ha demostrado ser un convencido de “su” esquema de juego, convencimiento rayano a la tozudez, no admitió ni admite ningún cambio al esquema 3-4-1-2, con tres en el fondo, un doble 5, dos carrileros y un doble 9 adelante. La pregunta sería, ¿tiene los intérpretes?, probar a probado y bastante con flojos resultados casi siempre. Veamos:
El arquero, Luchetti, ha sido intocable hasta ahora. Nunca tuvo nivel superlativo, pero en los últimos partidos ha decrecido aún más (el rebote en el segundo gol de Argentinos el sábado pasado es de principiante). No ha trasmitido seguridad ni ha salvado “goles imposibles”, se dice que pierde el puesto el próximo martes a manos de Javi García, suena a tarde el cambio.
La línea de tres, tan cuestionada mediáticamente es la que menos cambios ha experimentado y ha tenido un rendimiento aceptable. Pocos goles han sido de su exclusiva responsabilidad el de Estudiantes, Rojo que llegó sin cobertura es uno de los pocos ejemplos), pues casi todos han sido por pelotas paradas, malas salidas, rebotes o contragolpes que encuentran mal parado a casi todo el equipo. Caruzzo, Cellay (Medel cuando este estuvo lesionado) e Insaurralde (el pibe Ruiz en el último partido lo reemplazó por sanción) han tenido un rendimiento aceptable pese a todo.
El medio de la cancha ha sido el talón de Aquiles de todo el proyecto Borghi. Ahí es donde ha probado la mayor cantidad de jugadores y menos resultados ha obtenido. Para 5 puestos (dos centrales, dos carrileros y un enganche) han desfilado: Battaglia, Medel, Méndez, Marín, Rodríguez, Giménez, Escudero, Cañete, Gaona Lugo, Riquelme, Paredes, Erbes, Chávez. Trece jugadores y pocos resultados parecen demostrar el error de seguir manteniendo el esquema. Boca careció hasta la vuelta de Román de volumen de juego, lo que genera pocas situaciones para los delanteros, y el caer en continuos pelotazos sin sentido. Al menos uno de los “5” debe conectar con el enganche y ser pasible de descarga por parte de este. El que teóricamente puede cumplir esa función es Méndez. Casi nunca se lo puso a hacerla. Los carrileros son claves en el sistema. No los tiene por naturaleza. El que más se aproxima es Clemente, que movido de su lugar natural, la izquierda, no rinde de igual manera en la derecha. Gaona Lugo, que pintó para solución por derecha está afuera hasta el año que viene por “fractura por stress” de la tibia, el ida y vuelta constante cobró su precio. La espera de Román consumió medio campeonato. Mientras tanto, Cañete, Escudero y Pochi Chávez se alternaron sin suceso en el puesto de enganche. ¿Era lógico mantener el “esquema” con estas carencias? Suena a capricho. La vuelta de Román, después de 6 meses y siendo figura en el primer partido, deja aún más expuestas estas deficiencias.
Adelante, el esquema respaldado es el del doble 9. Fue la forma de no “tapar” a Viatri sin relegar al gran Martín al mismo tiempo. La experiencia ha ido de mayor a menor. Si bien entre ambos se reparten 11 de los 16 goles del equipo, el problema es que 16 son a todas luces muy pocos. Acá se ve claramente el problema del medio juego. Sobran los dedos de las manos para contar los desbordes por afuera en los partidos, y sin alimentación desde los costados y con defensas que se cierran es difícil que las “torres” rindan. Pocas alternativas ha probado durante los partidos. Las entradas de Mouche son directamente paupérrimas, a años luz del delantero que supo ser. Escudero o Chávez nunca fueron utilizados adelante y los pocos minutos que ha tenido Araujo no dan ni para el mínimo comentario.
Este es el panorama que se ve en los partidos. Lo que cuentan los que siguen los entrenamientos día a día, hablan de trabajos de hora y media a lo sumo, nunca un doble turno, mucho fútbol reducido, prácticas de fútbol formal de no más de cincuenta minutos, pocas intervenciones del técnico para corregir errores, en suma todo muy light. Y pensar que fui uno de los se creyó que teníamos un técnico laburador. Muy ingenuo de mi parte. Y esto se refleja en los partidos. Merma física notable en el último cuarto de hora, incapacidad de variar de esquema durante el juego, ausencia total de jugadas preparadas.
Pero pese a todo este panorama, advertible por todos, Borghi debe ser de los técnicos menos cuestionados por el Mundo Boca de las últimas décadas. Hasta un prócer como el Virrey recibió cuestionamientos por alguna eliminación en copas menores como la extinta Mercosur. Recién con la cuarta derrota consumada en casa se escucharon algunos silbidos minoritarios. El plantel lo apoya, al menos desde las declaraciones. Los dirigentes (los más “influyentes” como mínimo) lo respaldan. Pero, vaya paradoja, el que continuamente se pone en la cornisa es él mismo. Allá por la tercera fecha, luego de derrotas al hilo ante Rácing y All Boys, puso su continuidad en duda si no se le ganaba a Vélez (se le ganó y fue el mejor partido de Boca). Luego de la derrota con Lanús puso “a disposición” el cargo. Esta semana, el lunes, mientras ellos echaban a su técnico, se despachó con un “no se si llego a dirigir el martes próximo”. Reunió al plantel el martes a la mañana y les preguntó a los referentes si había alguna queja. No la hubo, ¿y si la había?, ¿esa hubiera sido la excusa?. Por la tarde se despachó con un “ojalá sea el técnico de Boca hasta Junio?. Honestidad brutal dicen algunos. Elogiable falta de filtros dicen otros. Ningún apego a discursos diplomáticos agregan por ahí.
A mí humildemente me parece que el cargo le queda grande. Que no entiende, no aguanta, no se adapta a la presión que significa el banco del más grande del país. Y eso que se le ha aguantado todo. Sea por la pinta de tipo bueno y afable, sea porque es el último técnico campeón, sea por falta de alternativas confiables o por el espanto que causa otro cambio de técnico (ya van cuatro en el año), el asunto es que se le ha tenido una paciencia a prueba de balas. Pero todo tiene un límite. Ahora se “juega todo” en el clásico. Se descarta que un resultado negativo será el detonante para que se vaya. Pero, ¿y si ganamos?, ¿seguirá hasta el próximo resultado negativo y otra vez volver a empezar?.
Acá empieza a tallar el nivel dirigencial que tenemos. No se puede esperar mucho de los mismos que estiraron más de la cuenta el ciclo de Ischia “para cumplir el contrato” y lo terminaron echando. Lo mismo hicieron con Basile y los terminó plantando a 7 días del comienzo del Clausura de este año. Ahora están más que avisados, Borghi, más temprano que tarde se irá, ¿están tomando previsiones?, ¿ya saben que camino tomar, a quién contactar?. No faltará mucho para comprobar, una vez más, la ineptitud de Ameal y sus boys para conducir a Boca. Lo bueno, solo les quedan 13 meses. Lo malo, es mucho tiempo, pueden hacer muchos desastres más.
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