Mediados de 2005. El año que Macri había imaginado como el de los grandes fastos por el Centenario del Club se estaba transformando en una pesadilla. El ciclo del Chino Benítez, que empezó como interino y fue confirmado luego de ganar la Sudamericana 2004, llegaba a su fin en medio del escándalo por el escupitajo al Bofo Bautista en la eliminación en cuartos de final de la Libertadores a manos de las Chivas de Guadalajara (0-4 en la ida, 0-0 en casa).
Se necesitaba refundar el plantel, había dinero disponible y todos los cañones para conducir ese proceso apuntaban a Julio César Falcioni, entrenador de Banfield. Todo parecía cerrado, solo faltaba la firma, pero apareció la cerril oposición de Diego Maradona, por entonces ocupando una difusa función directiva en el Club y que postulaba para el cargo al Coco Basile. A último momento Macri atiende el ultimátum del Diego (“Coco o me voy”) y el designado fue Basile. Cinco vueltas olímpicas en un año parecieron dar la razón a Maradona, a tal punto que el Coco fue el elegido por el Zar de la AFA para reemplazar a Pekerman al comando de la Selección un año después.
Luego, mientras por Boca desfilaron Ricky La Volpe (inolvidable), Miguel Russo (ganador de la Libertadores 07 e inexplicablemente dejado de lado luego de perder la final del Mundial de Clubes), Ischia, Basile (en su retorno, ni por asomo parecido al primer paso), Alves, Pompei, Borghi y acá estamos, en un nuevo interinato de Pompei, Julio Falcioni se dio el gusto de ir a un grande, y dejó Banfield para recalar en Independiente. No se puede decir que le fue mal, aunque habría que ver cuales eran las expectativas de la gente del rojo. Independiente estaba por entonces en riesgo de promoción, la evito, sumó más puntos que los que se habían fijado como meta, pero como no clasificó para ninguna de las copas y el juego del equipo no era del “paladar” del hincha (esos muchachos viven de recuerdos de épocas lejanas), no le renovaron contrato y recaló nuevamente en Banfield.
En el Taladro no solo repitió buenas actuaciones y volvió a armar un equipo sólido, sino que lo llevó en el Apertura ´09 al primer título de su historia, desmintiendo de paso el apotegma futbolero que dice “los técnicos que han sido arqueros, nunca triunfan”. A mediados de este año, con la implosión del “experimento Alves” se lo volvió a buscar. Declinó para jugar la Libertadores con Banfield y firmó contrato hasta el 2012 con el Taladro.
Ahora, en medio del descalabro que es Boca vuelve a ser el candidato número uno. Pero parece que ahora sí se dará. Pocos días atrás, cuando el ciclo Borghi tambaleaba (tambaleo prácticamente desde el inicio), pero aún no tenía final cierto, se despachó con un enigmático “algún día seré técnico de Boca”. ¿Premonición o algo ya había hablado?. Hoy por hoy parece que está todo arreglado. El presidente Portell le abrió la puerta cuando solo dijo que el club pedirá un resarcimiento por la rescisión del contrato pero en nunca negó de plano la posibilidad que se vaya.
¿Qué le espera en Boca?. Una situación mucho peor que la del 2005. Si entonces el drama era no haber clasificado para la Libertadores 2006, hoy por hoy ni pensamos en eso. Obvio no jugaremos la Copa que más nos gusta en el 2011, como tampoco la jugamos este año. Hoy la preocupación es que de a poquito vamos a tener que mirar, al menos de reojo, una tabla que desde que están los promedios no miramos nunca. Además encontrará un plantel bastante corto, abatido, golpeado y dividido. Y por si fuera poco esas mismas divisiones se dan en la directiva (se viene año electoral) y entre los “hinchas profesionales” que discuten poder y dineros. Mucha muñeca deberá tener para armar un grupo sólido, que se fije como objetivo lograr más de 30 puntos en el Clausura, cosa de poder encarar más tranquilos y con una base armada el torneo largo que comenzará en agosto. No será tarea fácil, no sobrarán apoyos dirigenciales y paciencia en las tribunas si las cosas no marchan bien de entrada. Ojalá todos comprendan (comprendamos) que estamos ante un panorama muy complicado, que no es hora de grandes exigencias a corto plazo, sino de de armar algo sólido que nos vuelva a dar alegrías en un plazo razonable.
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