El rival no sorprendió nunca. No se salió del libreto que cualquiera que haya visto algún partido de ellos sabía que iba a utilizar. Ponzio repartiendo, los volantes externos subiendo continuamente, Mora buscando las espaldas de los laterales para enfrentar a los centrales mano a mano, Trezeguet para terminar las jugadas, Cirigliano como un stopper delante de la defensa y los cuatro de atrás estacionados sin casi salir, salvo ocasionales subidas de Mercado. El problema es que Boca no hizo nada para contrarrestar esto ni para inquietarlos, sobre todo en el horrible primer tiempo que jugó. Solo cuando Acosta empezó aunque sea a hacer correr a los defensores y cuando Paredes puso algo de inteligencia en la distribución de la pelota se los pudo inquietar, pero para esto ya se había regalado más de medio partido.
Y no es excusa el gol al minuto por sí sola. Obvio que complica los planes y pone nervioso a uno y tranquiliza al rival, pero ellos hubieran jugado igual en el cero a cero, el gol solo profundizó su plan de juego.
No creo recordar un primer tiempo peor de Boca en un clásico (y recuerdo demasiados para mi gusto). Hizo todo mal. Los laterales ni subían ni marcaban, se quedaban a media agua, los centrales sufrían, el medio no hacia pie, los encargados de subir (Chávez y Miño) chocaban, los dos nueve eran absorbidos mansamente por la marca rival. Un concierto de pelotazos sin sentido, la pérdida de todas las divididas, de todos los rebotes. Y eso que ellos no fueron ningún dechado de virtudes, les alcanzó con estar bien parados y ordenados en la cancha para transmitir una sensación de superioridad, que al menos en situaciones de gol no se cristalizó. De hecho luego del gol, no llegaron más en todo el primer tiempo.
En el segundo, con la entrada de Acosta, y un poco más de empuje, Boca pareció otro equipo por diez minutos. Luego, más de lo mismo, hasta el ingreso de Paredes (32´) y no es que el pibe la rompió ni mucho menos. Solo distribuyó con inteligencia, sin arriesgar de más y con eso le alcanzó. Lógicamente, atrás sufrimos muchísimo más. Ellos merodeaban el gol, hasta que lo consiguen, en una jugada donde Colazo demuestra una vez más (ya lo vimos vs. Estudiantes) que es cualquier cosa menos marcador lateral. Ahí se venía la noche total, de la que nos rescata el bruto penal de González Pires y la salvada de Orión ante Mora, enmendando en parte el error del primer gol.
Y al final, cual mandato de la historia y de la camiseta, mientras ellos dudaban en la tribuna si festejar o seguir mirando, cuando el reloj ya terminaba todo, Paredes comanda la contra, Silva hace malabarismos con la cabeza, la pelota queda boyando en el área y Erviti, si Erviti, picando en el final pone el empate que no fue justo, pero fue y punto.
El empate no sirve desde lo numérico. Si desde lo anímico por como llegó y contra quién. Los errores de esquema, y de individualidades los conocemos de memoria. Solo faltaría que de una vez el técnico obre en consecuencia, aunque más no sea para seguir peleando para entrar en la próxima Libertadores, y para que él se retire dignamente.