Boca volvió a ganar, esta vez en casa, ante Unión por 2-1 y aún da pelea por ingresar a los playoff de la Copa de la Liga, está a 4 puntos, sigue expectante en la tabla anual que da plaza a la Libertadores 2024, está a 2 puntos, y valga recordar que clasificó a semifinales de Copa Argentina, que también da plaza. Todo esto con el trasfondo de Río de Janeiro y el Maracaná en el breve plazo de dos semanas.
Pero más allá del partido de anoche (buen triunfo, que debió ser más holgado) creo que es momento de mirar al técnico, tratando de ser lo más objetivo posible y evitando subir a la ola de exitismo que ojalá nos inunde en unos días.
Todos sabemos en las condiciones que asumió Almirón. Desgastado el Negro Ibarra, con el Consejo de Fútbol (léase Riquelme) decidido a terminar con las pruebas de interinos que después eran confirmados, Almirón no fue la primera opción. Esa opción fue Martino, que declinó el ofrecimiento (allá él con sus razones y los que pensamos que no le "dio el cuero"), y en la búsqueda de un dt "potable y no relacionado con el club" surgió el nombre de Almirón. Asumió allá por abril, en plena competencia y con la Libertadores ya iniciada (empate en Venezuela). Un clima caliente, no con él, si no con los jugadores. El arraque fue traumático, si bien se veían cosas interesantes, los resultados no llegaban y el clima alcanzó su punto de ebullición en la derrota parcial ante Deportivo Pereira en la Bombonera, clima que se enfrió con dos goles en los últimos minutos. Luego, lo que todos recordamos, la clasificación en la zona de grupos y el derrotero que nos lleva a una final de Libertadores más.
Almirón no tuvo pretemporada, agarró un plantel muy bajo anímicamente y en esas condiciones buscó y buscó. Probó esquemas e intérpretes. Alternó luces y sombras. Potenció a Medina y Barco, inventó a Advíncula como volante delantero. Insistió hasta el cansancio con el 4-3-3 aún cuando no tenía los intérpretes. Hizo cambios insólitos en algunos partidos, empeorando el rendimiento del equipo. Muchas veces se desesperó y armó suicidas 4-2-4, pero desde hace un tiempo parece haber encontrado la estructura y los nombres.
Boca ahora es 4-4-2, con un "doble 9 uruguayo" que muerde y juega, un mediocampo "made in casa" y una defensa lógica, donde solo se puede discutir la preferencia por algún lateral u otro.
Si siempre decimos que el Mundo Boca es complejo, que todos, salvo excepciones, necesitan un período de adaptación, el tema es que lo decimos por los jugadores, y evidentemente se aplica también a los técnicos. Máxime cuando el sujeto en cuestión no ha tenido historia vinculada a Boca.
Esa evolución y adaptación de Almirón es palpable. Desde un esquema definido y nombres que empiezan a salir de memoria, hasta el haber parado la compulsión a cambios radicales durante los partidos.
¿Boca es acaso una máquina ahora? Claro que no, pero tampoco es un equipo que avanza a base de suerte, penales y Chiquito. Fue superior a Nacional y mereció liquidar la serie antes de los penales. Fue superior a Racing, ampliamente en la ida, pero no fue efectivo, y fue superior a Palmeiras, no se pudo en los 180 minutos, pero se pudo luego. Mismo razonamiento aplica al partido con Talleres por Copa Argentina.
Obviamente queda mucho por mejorar. Mejorar en las transiciones defensivas, Boca sufre mucho en los contragolpes veloces, hay que mejorar la concentración y los relevos, no puede ser que cada error, como con Belgrano, se pague con goles en contra. También hay que mejorar la definición. Boca merece ganar holgadamente partidos que al final terminan empatados o ganando por la mínima. Anoche un ejemplo, las series de copa Libertadores el más evidente.
Así las cosas, con luces y con sombras, Almirón cumple medio año al frente del plantel y por ahora pelea en todos los frentes. Aunque, hoy por hoy hay uno solo que nos importa y obsesiona. El que lo puede colocar en la historia grande del club más grande. Está en el buen camino. No es poca cosa
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