Se sabía de antemano que lo más importante (a futuro) iba a estar afuera de la cancha. Y así fue.
Fue una tarde de sensaciones encontradas. Donde la gente oscilo entre la ovación, el agradecimiento, el grito a favor y los insultos y silbidos.
Se ovacionó a Palermo antes y después del partido. Se ovacionó al Flaco Schiavi, en su despedida, durante todo el partido. Y en el rubro ovaciones hubo unanimidad. Pero mientras el 85 % de la cancha pidió la vuelta de Román y Bianchi, a la vez que silbó e insultó tanto a Falcioni como a Angelici, los hinchas profesionales, intentaron acallar ese clamor con amenazas varias y cuando vieron que no lo lograban procuraban tapar todo con cantos propios. Una vez más quedaron en evidencia que no sintonizan la onda del hincha genuino.
Todo esto enmarcó un partido, que para variar ofreció un primer tiempo de bajísimo vuelo (del lado Xeneize) y un segundo tiempo, donde lo mejor del local pasó luego de la ventaja parcial de los mendocinos, como si los jugadores su hubieran sentido tocados y con más ganas que fútbol levantaron y dieron vuelta el partido logrando el 2-1 casi sobre el final.
El que haya visto a Falcioni responder las consultas del periodista de la TV Pública al final del partido sabe que el hombre ya no tiene ganas de seguir, más allá del acuerdo anunciado hace pocas horas. Es más que seguro que intentarán convencerlo nuestros mediocres dirigentes temerosos de tener que tomar decisiones para las que dudamos estén capacitados. Solo en su incapacidad manifiesta pueden pretender que un técnico, que pese a todos los insultos, ganó un torneo, una Copa Argentina y llegó a la final de la Libertadores, se inmole por ellos. Es impensable que Falcioni pueda continuar con el clima que se vivió hoy. Veremos si prevalece la razón, o seguimos improvisando
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