El verano da para el relax, y a veces, por cuestiones personales, no poder seguir minuto a minuto un partido de Boca (por los puntos oficiales difícil que pase). Por eso, como el partido lo seguí solo de a ratos, va la transcripción textual del comentario de Cancha Llena sobre el mismo:
El verano empezó a ponerse más serio. La cercanía de la competencia oficial tensó y, a la vez, liberó algunos gestos. Endureció los de la cara cuando se corporizaron los objetivos delante de los propios ojos. Y soltó, al menos en cuotas, los físicos, con pretemporadas que ya aflojaron el máximo rigor físico para darles más flexibilidad a los movimientos. Ahora pesan más las derrotas y se vuelven sanadoras las victorias. Se habla en general, pero se puntualiza en Boca e Independiente, que cerraron la Copa de Oro con un título que quedó en poder de los Rojos por un gol de carambola de Schiavi, en contra. Ni que hablar con la proximidad de los clásicos que pondrán más caluroso el ya de por sí soporífero enero.
Hubo pocas diferencias. Es más, Boca pareció mejor. Sólo la fortuna movió el marcador. Un centro de Benítez, el rechazo defectuoso de Sosa, el rebote en Schiavi, el gol y la vuelta olímpica de Independiente. En ese mismo momento empezaron las conclusiones.
Boca, el campeón, que no perdía desde el 10 de abril del año pasado (0-2 con Lanús), ya analizó a River por TV. Se verán las caras en Chaco, el miércoles próximo. Sabe de la ductilidad de Chori Domínguez, de la potencia de Cavenaghi y del hallazgo de un tal Trezeguet. Independiente ya estudió a Racing, que, entre altibajos, mantiene el talento de Gio Moreno y el olfato y el mal genio de Teo Gutiérrez. Estarán frente a frente el sábado próximo, en esta ciudad balnearia. Ahora habrá que saber qué aprendieron de sí mismos los xeneizes y los Rojos y qué análisis hicieron de sus volteretas en Mar del Plata. Algunas habrá que potenciarlas. Otras, tacharlas.
Si Boca, por ejemplo, quiere controlar el desequilibrio individual de los millonarios, tendrá que acentuar la presión. Anoche abusó de las faltas, sobre todo con los intentos de Pato Rodríguez y las corridas de Ferreyra. El juego se emparejó después y el equipo dirigido por Falcioni inquietó a Navarro con un par de tiros desde lejos y con un par de rebotes sin puntería. Eso sin contar un empujón de Tuzzio a Chávez dentro del área. El transcurrir de los minutos remarcó el dominio a partir del equilibrio de Erbes.
Los xeneizes mantuvieron las virtudes conocidas. Apenas le faltó algo más de potencia ofensiva. Otra hubiera sido su suerte si Mouche hubiera acertado con un cabezazo y con un mano a mano con Navarro, que actualizó sus atributos en los duelos personales. Tendrá que darse cuenta de que de nada le sirve perder la cabeza en un segundo, en una maniobra sin riesgo, como le ocurrió a Cvitanich con Velázquez. Algo parecido le pasó más tarde a Núñez. Quedaron como dos expulsiones innecesarias.
Si Independiente quiere minimizar el riesgo frente a la Academia deberá recostarse en el juego colectivo. No tanto en esos intentos personales que terminan volviéndose caprichos. Mucho menos en esos cambios posicionales que acaban definiéndolo como un conjunto anárquico y sin formas. Deberá mantener en el tiempo esas insinuaciones del comienzo. Es cierto que mejora cuando el adversario se cansa, aunque le falta de claridad.
En el anecdotario quedarán los resultados en la Copa de Oro. A Boca e Independiente sólo lo rozan sus futuros asuntos personales. Entonces, ya nada dependerá del puro azar.
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