Cuesta. Ya van 96 horas y el enojo y la bronca iniciales van dejando lugar a la resignación. Y antes de que la resignación gane la partida y nuevos objetivos y motivaciones aparezcan en el horizonte (por de pronto ya este lunes sabremos los rivales de grupo de la próxima Libertadores), es momento de clavar un poco más profundo el puñal de la derrota. De una derrota difícil de explicar y de entender, sobre todo por el papel absolutamente decisivo (para mal) de Guillermo en todo el armado y el desarrollo de la final.
El dt en la conferencia de prensa de unos días antes del partido manifestó claramente que sería un partido a resolverse por detalles, en el que no había que cometer equivocaciones y que deberían jugar solo jugadores al 100% de sus posibilidades y que no era momento de guardarse nada. Linda declaración, completamente acertada, lástima que no se llevó a la práctica.
Era responsabilidad de Guillermo armar la estrategia de juego, adelantar alguna posible sorpresa táctica del rival, conformar el equipo para llevarla a cabo y armar un banco que en lo posible le permitiera responder a las contingencias del partido. ¿Qué eso de todo eso? Vamos por partes:
El rival no sorprendió en ningún momento. Salió con un planteo lógico y esperable. Archivó el quinto defensor del partido de ida, y ante la escasez de delanteros armó un 4-5-1 que se barajó y estudió en toda la larga previa. También cabía esperar que en la eventualidad que las cosas no le fueran bien, en el segundo tiempo pondría un delantero o un volante ofensivo por alguno del bloque defensivo. Es más, solo estaba la posibilidad en ese supuesto de los ingresos de Quinteros o el pibe Alvarez. Y así fue, nada sorprendente.
Ante esto esperado, Guillermo armó primero el mismo planteo de La Bombonera, el cual estaba diseñado para este planteo del rival y que fracasó porque en aquella ocasión ellos sorprendieron con un quinto defensor que los llevó a tener el control del juego durante largos pasajes.
Y este esquema dio el resultado esperado. Boca jugó un buen primer tiempo, donde maniató al rival, generó tres situaciones de gol y el gol de la ventaja parcial en un contragolpe modelo. Andrada fue solo espectador en esa etapa. Eran obvios los cambios que realizaría (y realizó) el rival en el segundo tiempo, y ahí empezaron los problemas y las culpas de Guillermo.
Armó un banco inentendible. Dos defensores (Goltz y Jara), un solo volante (Gago) y tres delanteros (Carlitos, Mauro y Wanchope). Dejó afuera a Cardona, que venía de buenos rendimientos, y a Almendra que iba a ser titular en el frustado partido en el monumental. Un banco desbalanceado y como se vió después incapaz de aportar soluciones.
Pero la responsabilidad de Guillermo no terminó en la conformación del banco sino también en la pésima administración de este en el partido. Sobre dl final del primer tiempo se hizo visible la baja física de Pablo Pérez. Luego supimos que sufrió un desgarro fascial a los 20'. No solo no lo reemplazó en ese momento, ni al inicio del complemento sino que lo dejó 25 minutos en cancha, hasta que el rival empató en una jugada que comienza a su lado y que no atina a cortar por la más que notoria lesión en ese momento (recordar la frase "este partido se ganará por detalles").
El que fue reemplazado a poco de iniciarse el complemento fue el Pipa que pidió el cambio por contractura de los gemelos. Lo reemplazo Wanchope. Todos conocemos la garra y el despliegue habitual de Wancho. Todos vimos un jugador que aue volvía de un desgarro a no más de un 50% de su plenitud física. Incomprensible que en ese estado haya ocupado un lugar en el banco y más aún que haya ingresado teniendo al lado a Carlitos o Mauro que pudieron haber jugado en esa posición.
Luego del empate y ya con Gago en cancha en lugar de Pérez ellos no llegaron más hasta el final del tiempo reglamentario, pero tampoco Boca arrimó peligro. Luego, en el alargue, el desbarranque, la insólita expulsión de Barrios (ni foul cometió), el gol de ellos de otro partido, la rotura del tendón de Aquiles de Gago con los cambios ya terminados, la locura generalizada de buscar el empate a como de lugar (Izquierdoz de nueve, Andrada atacando como un volante ofensivo, el palo que devudlve un giro de Jara), y en la última el tercer gol que liquida todo.
Asi que en conclusión un buen planteo arruinado por un banco mal formado y la pésima administración de los cambios, errados en tiempo y en intérpretes.
Párrafo aparte el pésimo estado físico del equipo. Impropio de una final. Desgarro de Pablo Pérez, contracturas de Pipa, calambres de Buffarini y Nandez, aunque ambos siguieran, agotamiento de Villa y Pavón y la ya comentada pésima forma física de Wanchope. Nada que decir de la rotura de Gago.
Ya está. Sea esto tomado como una catarsis necesaria. Pasará el tiempo y siempre nos prdguntaremos porque Guillermo hizo tan mal cosas tan evidentes que estaban mal. No habrá respuesta seguramente. Ojalá pronto tengamos revancha para tanto dolor.