No vamos a caer en la discusión falaz que muchos proponen sobre si Boca es un “buen” campeón o solo aprovechó el mal momento de algunos, como si se hubieran discutido alguno de los 6 campeones anteriores por el hecho que Boca era un verdadero desastre en esos torneos. Boca fue el mejor y por amplio margen, no perdió ningún partidos y ganó merecidamente cuando lo hizo, y cuando empató mereció ganar con creces (tal vez sea Argentinos Jrs. la única excepción).
Pero, ¿que sucedió para que se diera un cambio tan dramático a lo que venía siendo el andar de Boca desde 2009 hasta acá?.
Una serie de factores se conjugaron. Empezando por el técnico.
Falcioni logró finalmente en este semestre ensamblar un equipo que juegue como tal, y que tenga el sello distintivo de sus equipos: firmeza, equilibrio, despliegue, presión y solidaridad entre todos los componentes. Definió un módulo táctico (4-3-1-2), acorde al paladar Xeneize y en base a la presencia del mejor enganche (Román), pero tuvo la virtud de mantenerlo en las ausencias de este por lesión. Acertó en los refuerzos solicitados (Schiavi, Cvitanich y Orión) y recuperó a los traídos en el primer semestre y que no habían rendido por lesiones o problemas de adaptación (Rivero, Somoza, Erviti). Se conformó así un grupo homogéneo tanto adentro como afuera de la cancha (el retiro de Martín, reconocido por él mismo, descomprimió el clima interno). La capitanía dada a Román, marcó inequívocamente el cambio operado en Falcioni en relación con el ídolo y figura.
Hasta acá los méritos (muchos) de un técnico al que todos mirábamos de reojo y con el que no nos sobraba paciencia (recordar “el plan B”, pedido por un alto dirigente al empatar el ¡primer partido! de este torneo).
La gran figura, fue el equipo en su conjunto. Un equipo que le comió las piernas y la cabeza a los rivales desde el primer hasta el último minuto (otro fundamento importante, por lo tanto es el estado físico), que fue solidario y comprometido en todas las líneas. Que empezaba la presión con los delanteros sobre los defensas rivales y que buscaba doblar y triplicar la marca en todos los sectores del campo. El gran éxito de este trabajo lo marcan no solo los escasos goles recibidos (4 en 17 fechas, récord absoluto), sino las más que escasas situaciones de gol que generaban los rivales (no más de 3 o 4 por partido, menos aún en varias ocasiones). La velocidad en la transición ataque – defensa, fue un rasgo distintivo, el equipo siempre fue equilibrado y se encontraba bien parado. La conducción en manos de Román, garantizaba tenencia de la pelota y destino seguro, cuando Pochi Chávez lo reemplazó, el ritmo fue más vertiginoso y la salida más vertical, pero el riesgo de pérdidas de balón más rápidas y frecuentes también son mayores.
Pero, si el equipo es el envase, el contenido de este envase, los jugadores y su impronta, son fundamentales. Y el contenido son jugadores con nombres propios:
Orión, clausuró el arco. Demostró lo que es ser arquero de equipo grande, te llegan poco, pero la atención tiene que ser extrema. Se lo miró con desconfianza cuando llegó, hoy es indiscutido.
Schiavi, con sus 38 años, le cambió la cara a una defensa que venía vapuleada. Volvió después de un semestre más que flojo en Newell´s y rindió como en sus mejores momentos. Ordenó a todos, potenció a Insaurralde o Caruzzo y terminó ovacionado y recibiendo el pedido, casi ruego, que siga 6 meses más. Seguirá jugando.
Clemente Rodríguez, por momentos se llega a dudar que solo tenga 2 pulmones. Convirtió al lateral izquierdo en una autopista de tránsito rápido. Fue una de las mayores opciones ofensivas del equipo, sobre todo cuando jugó Román, con el que se entiende a la perfección.
Erviti, en gran medida el responsable del gran campeonato de Clemente. Se desdobló en defensa y aportó relevos fundamentales para garantizar el equilibrio del equipo. También se sumó al ataque y convirtió en el arco de enfrente, pero su labor fue sobre todo de “overol” y sacrificio en bien del equipo. Se reivindicó de un primer semestre horrible, y se cansó de recibir aplausos.
Somoza, volvió a ser el dueño de la mitad de la mitad de la cancha que fue en Vélez. Bien rodeado por Erviti y Rivero, fue un motor incansable, quitó y distribuyó con criterio (a veces tendió a arriesgar demasiado en las salidas), redondeando un torneo de altísimo nivel.
Chávez, consagratorio torneo de Pochi. Le puso el pecho a la más difícil, reemplazar a Román, y lo hizo con singular acierto, si bien con otras características, y cuando hizo falta, cubrió el puesto de Rivero, desplegando marca, garra y juego en partes iguales. Dinámico y vertical, cuando fue enganche se movió por todo el ancho de la cancha, asistió y fue un problema para las defensas rivales.
“El 9 de turno”: pocas veces se vio que tres jugadores distintos rindieran tanto en un mismo puesto. Retirado Palermo, el puesto lo heredó Viatri, goleador del equipo con 3 goles hasta la fecha 10 en que se rompió los ligamentos. Lucas había hecho un trabajo destacado, desdoblándose en sus tareas, marcando al defensor de salida, saliendo del área para generar huecos y siendo también importante a la hora de defender pelotas paradas en el área propia. Su reemplazo natural era Cvitanich, hasta ese momento su compañero de ataque en un péndulo constante de uno que entra otro que sale. Pero se desgarra en la misma fecha. Entonces entra Blandi, y en dos partidos convierte 4 goles. Parecía con el puesto seguro, pero se desgarra. Vuelve Cvitanich y se despacha con 4 goles en tres partidos, entre ellos los decisivos contra Godoy Cruz y Banfield. Y por si fuera poco, Araujo, jugó de titular contra Vélez, y si bien no convirtió, fue la figura del partido. Un puesto, cuatro jugadores, todos en gran nivel. No muchos pueden ufanarse de esto.
Los “actores de reparto”, si bien no brillaron al nivel de los nombrados, o jugaron pocos minutos, todos cumplieron y con creces para que “el equipo” haya sido la figura. Roncaglia e Insaurralde, titulares indiscutidos de la defensa, uno, adaptándose de la mejor manera al lateral derecho, el otro el complemento ideal de Schiavi, como ya lo fueron en Newell´s. Mouche, titular durante muchos partidos, alternó buenas y malas, siempre preocupó, y si terminara mejor todo lo que insinúa en las jugadas estaríamos en presencia de un tremendo jugador, veloz en el desborde y habilidoso en el mano a mano. Los chicos de las inferiores no dispusieron de demasiados minutos, pero cuando les tocó entrar todos cumplieron: Colazo, Erbes, Sánchez Miño, Paredes, Araujo. De todos ellos, Colazo es el que más minutos suma, al ser el reemplazante de Erviti cuando este se agota, cosa que sucedió en la mayoría de los partidos.
Ex profeso y para el último párrafo, queda él. EL 10. Juan Román Riquelme. Tuvo, medio campeonato de alto nivel. De sus pies y de su cabeza salieron las mejores jugadas y se manejó el ritmo de los primeros 10 partidos, los que cimentaron la ventaja que a la postre fue decisiva en el torneo. Después, una fascitis plantar lo tuvo a mal traer, y recién pudo estar unos minutos contra Banfield, en un ingreso más bien simbólico. Fue el líder dentro y fuera de la cancha, el capitán del equipo. Recompuso la relación con Falcioni, fue el guía de los más jóvenes y el técnico adentro de la cancha. Todos esperamos que pueda tener una buena pretemporada para arrancar con todo el próximo año, cuando el gran sueño de todo bostero arranque de nuevo, la Copa Libertadores.
Entonces, base física, esquema definido, individualidades en gran nivel que le dieron contenido al esquema, solidaridad grupal, despliegue, presión en todos lados, equipo corto, fueron los grandes fundamentos de un equipo campeón que cambió de cuajo la realidad de nuestros últimos tres años. SALUD BOCA, Y QUE LO MEJOR ESTE RECIEN COMENZANDO.
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